Si tienes un jefe o eres un jefe que genera un ambiente nocivo, es posible encontrar formas de lograr un liderazgo más integral y un trabajo en equipo más armonioso y productivo. Cuando hay jefes en lugar de líderes, una empresa corre el riesgo de frenar su crecimiento. Un jefe tóxico reduce hasta un 40% la productividad, es la causa del 80% de las renuncias y hace que se vayan talentos de las empresas. El estrés laboral se debe a factores como jornadas prolongadas, liderazgos inadecuados y sobrecarga de trabajo. Tanto quienes sufren como quienes ejercen este liderazgo tóxico tienen una solución a su alcance: explorar y desarrollar el lado femenino que todos poseemos.
Características del liderazgo tóxico
Los líderes tóxicos a menudo se caracterizan por un comportamiento autoritario, impredecible y narcisista, con una necesidad excesiva de control. Estos jefes insisten en que todo se haga «a su manera», sin dar espacio a la creatividad o las ideas de sus colaboradores. Son individuos dominantes e irritables que constantemente menosprecian y pasan por alto las contribuciones de su equipo, culpando a los demás cuando surgen problemas y evitando asumir cualquier responsabilidad por sus propias acciones.
Este tipo de liderazgo tóxico crea un ambiente laboral desagradable y desmotivador, donde los empleados se sienten ignorados, subestimados y sin autonomía. Trabajar bajo la supervisión de un líder de este perfil termina agotando emocional y físicamente a los equipos, quienes pierden el entusiasmo y la energía necesarios para desempeñar sus tareas de manera efectiva.
Además, la falta de retroalimentación constructiva y oportunidades de desarrollo profesional bajo este tipo de liderazgo frustra a los colaboradores, quienes pueden llegar a sentirse atrapados en una situación laboral tóxica y poco estimulante. Finalmente, el ambiente de tensión y estrés generado por los líderes tóxicos suele tener un impacto negativo en la productividad y el rendimiento general del equipo.
La solución está dentro de nosotras
La respuesta se encuentra dentro de nosotras mismas si exploramos nuestro lado femenino. Un estudio de la revista científica PNAS en 2015 analizó más de 1,400 cerebros humanos y concluyó que no existen cerebros puramente masculinos o femeninos. Cada cerebro es una combinación de rasgos. Algunos atributos del liderazgo femenino que ayudan a combatir el liderazgo tóxico son el énfasis en las personas, la inclinación a la cooperación, la capacidad de abordar múltiples asuntos, un enfoque horizontal y mayor disposición al cambio.
Transformación a través de la integración
Un líder que ha integrado su lado femenino puede transformar su liderazgo de manera significativa. Reconocer y expresar abiertamente sus emociones, en lugar de reprimirlas, le permite desarrollar una mayor empatía y conexión con su equipo. Esto no significa que deba renunciar a su fortaleza y autoridad, sino más bien equilibrarlas con una actitud de cuidado y apoyo.
Una masculinidad sana se caracteriza por el uso del poder para inspirar confianza y motivar a los demás, en lugar de imponerse de manera autoritaria. El líder que ha integrado su feminidad promueve la justicia y el bienestar de todos, logrando un equilibrio armonioso entre su vida profesional y personal.
Este tipo de liderazgo integrado tiene grandes beneficios. Por un lado, genera un ambiente de trabajo más colaborativo y empático, donde los miembros del equipo se sienten escuchados y valorados. Por otro lado, el líder experimenta una mayor satisfacción y equilibrio en su vida, lo que se traduce en una mayor eficacia y enfoque en sus responsabilidades.
Además, un liderazgo que abraza la feminidad es fundamental para fomentar la diversidad y la inclusión en las organizaciones. Al modelar este tipo de liderazgo, se envía un mensaje poderoso sobre la importancia de valorar y aprovechar las fortalezas de todos los miembros del equipo, independientemente de su género.
Hacia una nueva masculinidad integrada con lo femenino
La emergencia de una nueva masculinidad que abraza características tradicionalmente femeninas ha permitido que los hombres puedan vivir su paternidad de manera más plena y satisfactoria. Estas nuevas formas de entender la masculinidad promueven que cada hombre tenga la libertad de expresar su género de la manera que más le resuene, sin sentirse limitado por estereotipos o normas rígidas.
El machismo no sólo oprime a las mujeres, sino que también tiene un impacto nocivo en los propios hombres. Una sociedad machista les impone la idea de que deben comportarse de acuerdo a ciertos modelos masculinos, lo cual les impide poder expresar abiertamente su vulnerabilidad, emociones y debilidades. Esto genera sufrimiento y una sensación de tener que reprimir aspectos importantes de sí mismos.
La liberación de estos mandatos de género rígidos es crucial para que los hombres puedan desarrollar identidades más auténticas y saludables. Abrazar una masculinidad más flexible y diversa les permite explorar nuevas formas de ser hombres que les aporten más bienestar y plenitud. Esto no sólo beneficia a los propios hombres, sino que también contribuye a la construcción de relaciones más igualitarias y de una sociedad más justa e incluyente para todos los géneros.