El sexismo oculto en el trabajo: Lo que revela una nueva investigación

El sexismo oculto en el trabajo: Lo que revela una nueva investigación

Una investigación reciente publicada en Sex Roles destaca un fenómeno alarmante: cuando las mujeres reportan sexismo por parte de otras mujeres en el entorno laboral, sus quejas a menudo se consideran menos válidas que las que se presentan contra los hombres. Esta falta de reconocimiento lleva a que las mujeres que señalan ese sexismo sean juzgadas con más dureza, y muchas personas las ven como quejicas. El estudio indica que, aunque el sexismo de hombres y mujeres puede ser dañino, la discriminación entre mujeres es especialmente perjudicial porque tiende a ser subestimada.

El comportamiento de las mujeres en posiciones de liderazgo

A pesar de la esperanza de que las mujeres se respalden entre sí en ambientes laborales donde predominan los hombres, estudios anteriores indican que las mujeres en posiciones de liderazgo pueden tratar injustamente a sus compañeras. Por ejemplo, la investigación revela que las supervisoras mujeres podrían no proporcionar salarios mayores ni oportunidades de promoción a otras mujeres y, en ciertos casos, pueden llegar a discriminarlas activamente. Esto plantea la pregunta: ¿se les da la misma importancia a las denuncias de sexismo entre mujeres que a las presentadas contra los hombres?

Prototipos de discriminación: Expectativas y sesgos

La investigación también se fundamenta en estudios previos sobre los prototipos de discriminación, es decir, las creencias que las personas tienen sobre la discriminación y sus perpetradores. Generalmente, la discriminación se concibe como una situación en la que un individuo de un grupo dominante (como un hombre) agravia a alguien de un grupo considerado inferior (como una mujer). El objetivo del estudio fue analizar cómo se ven las quejas de sexismo hacia otras mujeres cuando desafían este estereotipo habitual.

Experimentos para estudiar la percepción de las denuncias

La investigación se llevó a cabo mediante tres experimentos con diferentes grupos de personas. En el primer experimento, se reclutaron 175 participantes a través de una plataforma de encuestas en línea, quedando finalmente 167 después de eliminar a quienes no pasaron un control de atención. Se informó a los participantes que el estudio trataba sobre incidentes laborales y se les presentó un caso donde una empleada llamada Chelsea afirmaba que no había recibido un ascenso en favor de un compañero menos cualificado. La variable principal del estudio era el género del supervisor que tomó la decisión: Rachel (mujer) o Steven (hombre). Después de leer el caso, se pidió a los participantes que evaluaran la validez de la reclamación, si consideraban a Chelsea una quejicosa y si les parecía simpática. La validez de la reclamación se evaluó con afirmaciones como «A Chelsea se le negó el ascenso por discriminación de género», y la percepción de ella como denunciante se midió con expresiones como «La empleada que presenta la queja es hipersensible». La simpatía hacia Chelsea se evaluó con frases como «La empleada que presenta la queja es agradable».

El segundo estudio replicó el primero, pero con un grupo diferente y una metodología ligeramente modificada. En esta ocasión, participaron 131 estudiantes universitarios, y se analizaron los datos de 119 tras descartar a aquellos que no estaban atentos. El proceso mantuvo la misma estructura: los participantes leyeron el mismo relato sobre la queja de discriminación de Chelsea, pero, nuevamente, la variable principal fue si el supervisor era hombre o mujer. Sin embargo, en este estudio, se solicitó a los participantes que expresaran la situación con sus propias palabras tras leerla, lo que permitió a los investigadores medir cómo interpretaban la reclamación de discriminación. Se usaron las mismas escalas para evaluar la validez de la queja, la percepción de Chelsea como demandante y su nivel de simpatía.

En el tercer estudio, los investigadores buscaron investigar más a fondo los mecanismos que llevan a la deslegitimación de las denuncias de discriminación contra un grupo. Se reunió una muestra más grande de 202 estudiantes universitarios y se examinaron los datos de 181 de ellos. Se utilizó el mismo escenario de discriminación, donde Chelsea hacía una queja de sexismo frente a un supervisor que podía ser masculino o femenino. Además de evaluar la legitimidad de la queja, así como la percepción de Chelsea como demandante y su grado de simpatía, este estudio presentó nuevas medidas para indagar si las quejas contrariaban las expectativas de los participantes sobre cómo debería ser la discriminación (el prototipo de discriminación).

Resultados de los experimentos: Un patrón de deslegitimación

Los participantes evaluaron cuánto estaban de acuerdo con afirmaciones como «El supervisor no discriminaría a una mujer» para determinar si la denuncia contradecía la idea de que la discriminación suele ser realizada por hombres. También valoraron si el supervisor, sin importar su género, infringía las expectativas sobre quién puede ejercer discriminación, utilizando afirmaciones como «El supervisor puede ser parcial». En los tres experimentos, los investigadores encontraron resultados consistentes. Cuando las mujeres reportaban sexismo de una supervisora, sus quejas se consideraban menos válidas que si las mismas quejas se dirigían a un supervisor hombre. Los participantes tendían a ver a estas mujeres como denunciantes cuando la discriminación provenía de otra mujer.

Sin embargo, no hubo diferencias significativas en la percepción de la simpatía de las empleadas, independientemente de que denunciaran la discriminación por parte de una mujer o de un hombre.

La influencia de los prototipos en los juicios sobre el sexismo

Los investigadores también encontraron evidencia de que estos juicios estaban influenciados por la violación de los prototipos de discriminación. Cuando el comportamiento sexista provenía de una mujer, contradecía la expectativa común de que la discriminación suele ser perpetrada por hombres. Esto resultaba en una deslegitimación de las denuncias, lo que provocaba que las personas que las presentaban fueran vistas como quejumbrosas.

El estudio reveló que cuando los participantes percibían que una acusación de sexismo por parte de una mujer no encajaba con el prototipo de lo que consideran discriminación, tendían a verla como menos legítima. Como resultado, juzgaban con mayor severidad a la mujer que hacía la denuncia.

Implicaciones y limitaciones del estudio

Si bien el estudio aporta valiosa información sobre cómo se percibe el sexismo entre mujeres, también tiene limitaciones. Una de ellas es el tamaño y la composición de la muestra, que consistía principalmente en personas blancas o asiáticas, reclutadas de estudiantes universitarios o de plataformas en línea. Esto limita la posibilidad de generalizar los resultados a otras poblaciones más amplias.

A pesar de esto, la investigación destaca los desafíos únicos que enfrentan las mujeres cuando el sexismo proviene de otras mujeres. Las denuncias por discriminación suelen ser un primer paso esencial para abordar la injusticia, y el hecho de que las denuncias entre mujeres sean percibidas como menos válidas podría desalentar a muchas de presentar sus reclamos. Esto, a su vez, podría permitir que este tipo de discriminación continúe sin ser controlada, perpetuando la desigualdad en los entornos laborales.